domingo, 9 de diciembre de 2012

marietta de veintimilla


MARIETA DE VEINTEMILLA MARCONI
LA GENERALITA.- Nació en alta mar a la entrada del Golfo de Guayaquil, mientras sus padres viajaban del Callao a Guayaquil, el día 8 de Septiembre de 1.858. Hija del General José de Veintemilla Villacís, Senador de la República, casado por poder otorgado el 16 de Abril de 1.857 en Lima, a favor de Urbano de Olarte, natural de Nueva Granada y residente en Guayaquil, para que se desposara con María Marconi Missearelli nacida en Roma, de 18 años de edad, hija legítima de José Marconi y de Lucrecia Missearelli, la dispensa se obtuvo el 2 de Mayo.

Su padre vivía en Lima como socio de la Compañía de Gas de esa ciudad y allí conoció a su madre, primera figura de la Compañía de Opera Ferretti de paso por Lima. Vivieron un intenso romance en la capital peruana y decidieron escapar con destino a Guayaquil. En 1.861 viajaron a Quito, allí murieron dos niñas y sólo quedaron Marietta y su hermano menor José Ignacio.
En 1.862 quedó huérfana de madre. El General se fue a Guayaquil y en Milagro tuvo dos hijos más sin volver a casar. Marietta pasó interna al Colegio de los Sagrados Corazones, “pálida, triste, pobre, quizá menesterosa, tímida y de una imponderable piedad” y triunfó en religión y piedad, obteniendo medallas y menciones; mas, debido a su pobreza, fue becada en 1.863 por el presidente García Moreno, cuya primera esposa Rosita Ascázubi Matheu era prima segunda de los Veintemilla Villacís por Ascázubi. Después tomaría clases de música. Los Libros del Colegio anotan que sus pensiones eran pagadas tardíamente.
En enero de 1.869 falleció asesinado en Guayaquil el General José de Veintemilla, durante la revolución que acaudilló contra la dictadura garciana. Su hermano José Ignacio fue perseguido, tuvo que salir del país y la situación económica se tornó desesperada. Fueron años de miseria para las tías de Marietta, que sin embargo no la abandonaron y por eso pudo terminar sus estudios siete años después convertida en una hermosa mujer, preámbulo de la dama insurrecta que después fue. “Blonda cabellera, bellísimos ojos azules, cuerpo esbelto, formas perfectas y equilibradas, donaire y gracia, todo inspiraba admiración y respeto”.
En septiembre de 1.876 su tío Ignacio fue proclamado dictador en Guayaquil y luego del triunfo de Galte entró victorioso en Quito. Marietta y sus buenas tías fueron a vivir al palacio Presidencial, convirtiéndose de hecho en la Primera Dama de la Nación, pues sus tías eran una viejucas buenísimas pero simplonas y solo hablaban de temas religiosos, monjas, sacerdotes, vírgenes, santos, milagros, conventos y para el resto eran nulas.
Marietta, en cambio, era coqueta, dominadora y terrible, recibía clases de piano del Prof. Aparicio Córdova y cantaba con voz modulada y argentina y en el carnaval de 1.879, durante una alegre batalla de globos. Marieta no vio donde ponía el pie, “cayó unos tres metros y se fracturó una pierna”.
Llamado de urgencia el joven doctor Fidel Castillo, de no más de 30 años de edad, quien la curó con tantas delicadezas que terminaron enamorados; Juan Montalvo escribió después que el Dr. Castillo había roto la barrera profesional y como todo termina por saberse, el celoso tío llegó a enterarse y ordenó la prisión del médico, al que aplicaron 29 días de arresto en uno de los cuarteles y hasta quisieron caparlo por orden de Veintemilla; pero la esposa de Castillo intercedió ante su compadre el Dictador y evitó la pena; sin embargo, ella se separó para siempre de su esposo, a quien nunca perdonó el adulterio.
Los días 8 de septiembre de cada año Marietta celebraba su natalicio y el triunfo de la revolución con Misa de Acción de Gracias, paseo militar y una fastuosa fiesta en palacio a la que asistía el cuerpo diplomático, las autoridades, la sociedad de Quito y cenaban y bailaban hasta altas horas de la noche con gran boato.
Sus salones eran centro galante y literario lleno de musas y poetas donde imperaba el buen gusto por la música y la lectura. Numerosos intelectuales de todo el país leían y recitaban sus producciones y una conversación siempre chispeante y de tono elevado amenizaba el ambiente. Cuando pasó por Quito la Baronesa de Wilson le dedicó un hermoso poema. La Condesa Emilia Pardo Bazán la elogió desde España en un artículo.
También Inauguró la costumbre de los paseos con vestidos de colores por el parque de la Alameda cuando se daban las retretas los domingos y “rompió con la monotonía del viejo ambiente gazmoño y clerical que impedía a las mujeres salir solas a las calles y vestir otras prendas que no fueran las negras y pesadas mantas”.
Estudiaba francés y llegó a dominarlo, era amiga de sabios de la talla del ascensionista Edward Whymper, del geógrafo Teodoro Wolf y del botánico Luis Sodiro. El Nuncio Apostólico Monseñor Nonceni la trataba de hija y paisana y el gran poeta Nicolás Augusto González componía obras dramáticas para que se representaran en el Teatro Sucre, que Marietta acababa de inaugurar trayendo compañías de canto y arte dramático de Lima. Tal el ambiente mundano que impuso en nuestra capital.
En mayo de 1.881 contrajo matrimonio en la Iglesia de Pomasqui con el guayaquileño Antonio de Lapierre Cucalón, viudo de María Urbina Jado, hija del general Urbina. El novio tenía 28 años y “era muy de buen ver”. Hijo de Juan Antonio de Lapierre y Mira (Ministro de Francia en el Ecuador, a su vez hijo de los condes de Lagliouille) y de la guayaquileña Antonia Cucalón y Ariza.
La boda fue celebrada en la intimidad en la casa de hacienda de Tajanar en Pomasqui, propiedad de los Veintemilla y antes del año Lapierre viajó al puerto principal para hacerse cargo de la Dirección de las Aduanas. Marietta quedó embarazada en palacio, tuvo a su hijo Antonio y el niño y su padre murieron. El primero de gastroenteritis, el segundo de fiebre amarilla y todo esto en pocos meses.
Mientras tanto el General Veintemilla se había trasladado a Guayaquil y vivía bebiendo y bailando de fiesta en fiesta, mientras Marietta gobernaba en Quito apoyada en el Primer Designado Leopoldo Salvador y en el Ministro de Guerra y Marina, Cornelio Escipión Vernaza, quien “pactó con los conservadores para proclamar su dictadura personal” en la madrugada del 26 de marzo de 1.882; pero, Marietta se lo impidió con un golpe de audacia, pues al ver a los batallones formados, bajó sola a la plaza mayor y aregando a la tropa hizo que ésta gritaba a favor del General Veintemilla y por supuesto, también a favor de “su Generalita” como ya le decían de pura simpatía. Este apodo le quedó para siempre, junto al de “Mayasquerita”, con que la honraban los bravos “pupos de la raya” o soldados de la provincia del Carchi, que es por donde corre el río Mayasquer.
Esa misma noche “ordenó el arresto de Vernaza, lo destituyó y afrentó horriblemente, asumió el Poder Ejecutivo y la Jefatura Máxima del Ejército” Mientras tanto su tío se había proclamado Dictador. De allí en adelante el país se levantó en armas y las guerrillas comenzaron a asolar los campos. Alfaro en Esmeraldas, Landázuri por el Norte y Salazar y Sarasti al Centro. Fueron varios meses de intensos combates, la noche del 10 de Enero de 1.883 cayó Quito en poder de los Restauradores, Marietta se inmortalizó en las páginas de la historia ecuatoriana dirigiendo la defensa de la capital con inusitados bríos y una valentía digna de mejor causa, las balas pasaban sobre su cabeza y ella ni se amilanaba Vestía de negro y llevaba un revólver en la mano derecha, deslizándose por entre los muertos y heridos en lo más terrible del combate en el atrio del palacio, sorteando las balas asesinas, desafiando la muerte y dando ejemplo de valor.
Hasta la tarde del 9 de Enero había derrotado a las tropas de los Generales Salazar y Sarasti, pero al llegar la lluvia y paralizarse momentáneamente la acción, arribó Landázuri con gente fresca y decidió la suerte del combate. En la madrugada se perdió el palacio que fue saqueado por las tropas de Landázuri. Marietta pasó al convento de los Jesuítas dónde ya estaban asiladas sus tías y su amiga Dolores Jaramillo y de allí fue trasladada a un cuartito del edificio de la Municipalidad que le sirvió de prisión, poniéndole por guardia a varios jóvenes militares que se le hicieron amigos y hasta le llevaron sereno con banda. Saberlo esto los cinco miembros del Pentavirato y montar en alarma y cólera fue todo uno y la guardia fue relevada.
Después se sucedieron varías anécdotas cuando la cambiaron a la Cárcel pública a seis cuadras de distancia y tuvo que realizar el recorrido a pie y en medio de una escolta, entre gentes del pueblo que la admiraban en silencio.
En eso enfermó de angina y sólo se le permitió la atención médica del Dr. Teodoro Donoso. Leía intensamente y fue visitada por los ministros Hamilton de Inglaterra y Pierret de Francia, que concurrió con su esposa y hablaron todos en francés, idioma que Marietta dominaba.
El 2 de septiembre de 1.884, tras casi dos años de encierro salió libre con sus tías y aceptó el asilo del Conde de Boutaud, miembro de la Legación francesa, cuya casa se convirtió en sitio de visita de numerosas familias de lo principal de Quito. El gobierno se incomodó, ordenó la confiscación de los bienes de la familia Veintemilla y su salida del país. Marietta quiso demostrar por última vez su fuerza ante el pueblo y ese domingo a las cinco de la tarde fue con su amiga Dolores Jaramillo a pasear por el parque de la Alameda.
“Una gran multitud la siguió en silencio y ella se sentó en un banco del parque para que todos la vieran. Luego emprendió el retorno triunfal a la Legación, acompañada de una manifestación espontánea de gente que la aclamaban y “de algunos balcones le agitaron pañuelos despidiéndola pues ya se sabía que estaba expatriada”.
La víspera del viaje un grupo de quiteños le ofrendaron una serenata galante y al día siguiente partió a Guayaquil con sus tías y la Srta. Jaramillo. El 18 embarcaron en el vapor “Islay” de la Compañía inglesa y tras un tonto y absurdo incidente promovido por el Gobernador del Guayas, General José Antonio Gómez Valverde, que subió a reclamar el pago de unas glosas levantadas en 1.881 contra su marido en la aduana, levaron anclas y abandonaron el país.
En Lima colaboró en el terrible periodiquito “El Proscrito” lanzando dardos contra el Gobierno del Presidente Placido Caamaño, que en represalia intentó la extradición de Veintemilla para hacerlo juzgar en Quito. El gobierno interino del Perú notificó al General “de abandonar el país para no verse obligado a entregarle a las autoridades ecuatorianas” y tuvo que dirigirse a Santiago de Chile, dejando a sus hermanas y .sobrinos nuevamente abandonados.
José Ignacio, el hermano de Marietta, se ganaba la vida como músico, mas, el dinero, no alcanzaba para todos. Vinieron malas épocas pero menudeaban las invitaciones a los grandes salones de la sociedad limeña donde Marietta tocaba al piano y cantaba con voz magnífica. En una reunión conoció al poeta Carlos Germán de Amézaga, director de la revista “Prisma”, cuatro años menor que ella y vivieron un cálido romance. Amézaga era gallardo y hermoso y le decían de apodo “el Moro” por su barba poblada y tez trigueña.
Hacia 1.890 Marietta viajó intempestivamente a Guayaquil y sin pasaporte, a hacerse pagar una fuerte cantidad de dinero que le adeudaba Carlos Stagg Flores, a quien se le presentó pistola en mano y Stagg tuvo que devolver. Al día siguiente regresó a Lima a corregir las pruebas de un libro que estaban en la “Imprenta Liberal de F. Mesías y Co.”. Poco después aparecía con grave escándalo sus “Páginas del Ecuador” en 411 pags.
La edición fue repartida en Guayaquil por su hermano y de inmediato despertó los más encontrados criterios. El Presidente Dr. Antonio Flores Jijón polemizó duramente con Marietta, quien le contestó en Carta aparecida en abril de 1.892 en varios periódicos peruanos. Otros políticos también mojaron sus plumas en vitriolo para refutarla. Juan Benigno Vela la tildó de “Angel malo”. Alfaro y Rafael M. Mata le salieron al paso y hasta el Canónigo Vicente Nieto llegó al odioso extremo de calificarla de “mujer cínica” porque al referirse a él Marietta le calificó así “Alto muy alto, negro, muy negro y nervioso como una señorita”.
Abelardo Moncayo expresó sobre las páginas de Marietta: conjunto más acabado de verdades peregrinamente pergeñadas y de mentirillas ataviadas con la más seductora coquetería, rara vez brotada de pluma femenil. Retratos hay en esta colección que pasman, por su exactitud e imparcialidad, así como tan chispeantes y originales caricaturas que es imposible moderar la carcajada y realzan la obrita tal viveza y colorido en la expresión, tal arte y tal amenidad en estilo, que pálidos habrán quedado muchos académicos al verse incapaces de tanta donosura y gracejo.
Las páginas, leídas después de casi un siglo, llaman a meditar en su rebeldía heroica y sin igual audacia para defender y glorificar el gobierno de su tío o lo que es lo mismo, su propia Dinastía; pero, entonces, conmovieron a la Nación y debilitaron a los gobiernos progresistas. Por eso, cuando sonó la hora del liberalismo y Alfaro fue proclamado en Guayaquil; Marietta, de 37 años, viajó a entrevistarlo y pidió que admitiera a su tío Veintemilla de Comandante del ejército liberal que subiría a la sierra, Alfaro la escuchó con gran cortesía y sólo terminó por concederle una pensión al viejo General para que pudiera vivir con decencia en Lima. Luego comentó maliciosamente a uno de sus capitanes ¡Qué hembra!¡Capitán y yo tan viejo...!” pero Marietta ya iba de regreso al Perú.
El 26 de Septiembre de 1.898 volvió a Guayaquil y fue recibida galantemente. De allí siguió a la sierra aceptado los homenajes que le tributaban sus amigos y partidarios. Por fin llegó a Quito donde la esperaban las autoridades que le devolvieron su casa y la hacienda de “Tajanar” en Pomasqui, que ella bautizó con el nombre “Veintemilla”.

Allí hizo abrir un acueducto para hacer producir maíz y aguacate a esa tierra floja y arenisca, edificó una casa con oratorio y hasta se hizo pintar al óleo con el torso desnudo para representar a la Magdalena, sosteniendo en su diestra un crucifijo y la calavera del Mariscal Sucre que acababa de ser descubierta en el monasterio del Carmen alto y de quien era gran admiradora. También construyó una piscina para el baño, el cuarto de música donde instaló un piano de cola, negro, modelo Segundo Imperio y una salita anexa y obscura para sus reuniones espiritistas a las que se entregaba con exceso y asiduamente desde su residencia en Lima.
En 1.900 trabajó la precandidatura presidencial de su tío Veintemilla y colaboró con algunos artículos en el periódico “La Sanción”. A principios de 1.904 regresó a vivir en Quito y no tuvo empacho en volver a exhibir la precandidatura de su tío. Vivía leyendo, tocando piano y meditando. De vez en cuando publicaba folletos con el sugestivo título de “Disgresiones libres”. En Junio y siendo colaboradora de la “Sociedad Jurídico- Literaria”, apareció en el No. 24 de esa revista su trabajo sobre “Madame Roland” en 8 págs. Por entonces gozó de la íntima amistad de los intelectuales Maximiliano Rivadeneira García, estudiante de Derecho que le servía de secretario y del Dr. Alejandro Ojeda Vega, poeta, director de un periódico y ministro de la Corte. El periódico era El Bisemanario “La Palabra” y Marietta era la redactora. En 1.906 lo trasformó en diario, pero terminó con su muerte al año siguiente.
El domingo 10 de febrero de 1907 a las 8 y 1/2 de la noche leyó una conferencia titulada “Psicología Moderna” en los salones de la Jurídico- Literaria y ante un público compuesto de más de trescientas personas. Fue su apoteosis cultural y literaria y los periódicos la saludaron reconociéndola por unanimidad como la abanderada del feminismo en el país.
En los días posteriores se dedicó con ahínco a preparar un alzamiento armado. Hizo varios viajes al norte y en el valle del Chota se contagió de unas fiebres perniciosas (Paludismo maligno cerebral) que en escasos tres días le puso de gravedad. Con todo, alcanzó a viajar a su casa de Quito y murió recién llegada, a las cuatro de la tarde del 11 de marzo de 1.907, de sólo 49 años, aun vestida en traje de calle, pues no tuvo tiempo ni fuerzas para cambiarse.
Le fueron rendidos honores de General. Su tío Veintemilla vivía en Lima, de suerte que el General Eloy Alfaro presidió el sepelio. La prensa la elogió sin reservas y se dijo que fue mujer de pensamiento y lucha (1). Su biografía, escrita por Enrique Garcés, se editó en 1.949.
Marieta de Veintemilla, Manuela Sáenz, Nella Martínez y Rosalía Arteaga han sido las cuatro únicas mujeres que han ejercido el poder supremo en el Ecuador aunque sea por días.
(1) Desde niña aprendió a manejar armas con su padre y en “Tajanar” cazó un lobo depredador de sus aves de corral, luego de hacerle la guardia rondando con el fusil al hombro varías noches.

1 comentario: